domingo, 25 de octubre de 2015

LA IRRESPONSABILIDAD EN LOS JÓVENES.

"LA IRRESPONSABILIDAD"

Cuando hablamos en términos psicológicos hablamos de responsabilidad hacemos referencia a la capacidad que tiene una persona de responder, acerca de sus actos y obligaciones. Dejamos a la terminología jurídica la aceptación de culpabilidad por aportar, en este momento, una carga peyorativa al concepto.

Una persona responsable es aquella que es consecuente con sus acciones, que cumple con sus deberes y es capaz de asumir sus errores. Pero no es necesario ser un modelo de civismo y moralidad para ser catalogado de responsable. Como humanos, todos tenemos defectos, debilidades y moderadas conductas irresponsables. Existe un margen un tanto difuso y subjetivo que separa al responsable del irresponsable y en el que habitualmente se mueve gran parte del género humano.
La responsabilidad es un atributo más de los que se obtienen con la madurez y tal vez sea el mayor indicativo de la misma.


La responsabilidad es un atributo más de los que se obtienen con la madurez y tal vez sea el mayor indicativo de la misma.

El niño carece de responsabilidad porque aún no sabe de deberes y obligaciones. Se mueve por impulsos, generalmente apetitivos y dirigidos a conseguir su propia satisfacción. Es egoísta por excelencia, pues no es todavía consciente de que existen otras personas a su alrededor que puedan tener, a su vez, necesidades similares. A través de la orientación de sus padres y educadores va aprendiendo normas de convivencia y de moral. Comienza, así, a hacerse responsable.




Pero esto no es tan sencillo y, desgraciadamente, no siempre se cumple. Para que un niño se haga responsable, primeramente ha de «respirar» un clima de responsabilidad en su ambiente. Ha de observar que sus padres o educadores lo sean, ya que indefectiblemente actuarán sobre él como modelos a imitar. Y en segundo lugar, ha de sentirse reforzado en su propia responsabilidad, para que pueda desarrollarse dentro de ésta, modulando su carácter en tal sentido.

A través de la protección que recibe de los adultos, el niño advierte que éstos son responsables de su cuidado y atención. Cuando observa orden en las tareas y objetos de sus padres, recibe lecciones de responsabilidad, ya no sólo para con él, sino también para con lo que les rodea y forma parte de sus vidas. Si es debidamente encauzado, aprenderá a ser responsable de sus cosas: juguetes, ropas, etc. Comprenderá que tener orden y cuidado en sus acciones puede ser beneficioso.
Una vez sembrados los primeros inicios de responsabilidad ante pequeñas cosas (que para los niños no son tan pequeñas cosas, ya que tal vez sean las únicas a su alcance), hay que reforzarlos y fomentarlos. Para ello, es esencial el respeto y la consideración de sus primeros logros personales. Es aconsejable encomendarle tareas adecuadas a su edad y que impliquen su responsabilidad en las mismas; con una pequeña dosis de libertad se conseguirá un gran avance en su aprendizaje.
La persona que llega a adulta de forma inadecuada carece de madurez, pudiendo ser distinguida por su irresponsabilidad.


La irresponsabilidad es un anti-valor que afecta a todas las personas que son victimas de ella, y a las que están cercanas a la víctima.

 


















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